"¡pero eso sí! y en esto soy irreductible no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar."

lunes, 1 de abril de 2013

Kill Gil.

te quiero de verdad,
 no me importa la máscara que pintes en tu cara.
El Príncipe.

En el momento que Lalo salvó su último examen y se convirtió en un orgulloso bachiller, nos fuimos al rancho de su tía Martina a festejar. Era miércoles, la ciudad estaba muerta, y la casa, que permanecería sola unos cuantos días, quedaba a diez kilómetros del parque, es decir, a la pasada. Si mal no recuerdo -porque hubo varios cambios técnicos a la ida-, cuatro fuimos en bici, cargados de entusiasmo y aventuras, y los demás, responsabilizándose de las municiones necesarias para tres días de imprudentes actos que seguramente contemos hasta el hartazgo, marcharon en moto.
Las estrellas infinitas me guiaron a un estado máximo de felicidad, donde cualquier brisa, o aroma, o bichito  inocente que se descuartizara dándose de lleno contra alguna parte de mi cuerpo, se convertía en un acontecimiento tan vital, tan optimista y liberador de tensiones, que sentía la hermosa obligación de estar viviendo ese momento. Como si alguien me lo hubiese regalado; pero un regalo al que uno se tiene que someter, no sé si me explico.

Cuando llegamos, ví por primera vez la casa: preciosa desde el primer hasta el último adoquín. Tenía macetones llenos de flores y árboles de todo tipo, y un caminito de piedras que nos daba la bienvenida. Saltamos sin pisar el pasto, el que no lo logra pierde para todo el viaje, canté.
Una vez adentro, empezamos a descargar lo poco que habíamos llevado, dejé mi almohada sobre un sillón-cama verde que parecía seguro, algunos hicieron un tour por el interior de nuestro nidito, y de manera muy paulatina, nos fuimos radicando en el fondo donde Nico nos esperaba junto al majestuoso horno de pan, tan eterno que imponía respeto.
Luego de comer y beber, y fumar, y reír, salimos a recorrer el campo. A un par de metros nos encontramos con el arroyo Quiyé -o Quijé-. Su nombre se debía por la hija de un cacique y un suicidio medio colectivo, o algo así. Sé que se derramó sangre, que varios animales murieron con la indígena, y que todo finalizó de manera muy justiciera, porque si hoy esas aguas estaban tan pacíficas era justamente por eso. Al contar la leyenda se dijo muchas veces la palabra destino.

Como mi barra de amigos es chica, llamamos  gente con el ¡Sí! fácil. Necesitábamos de las personas divertidas, y de las que supieran auxiliarnos en alguna emergencia de campo. Si cumplían con ambos requisitos, mejor.
La segunda noche nos pasamos muy feo y todos terminamos nadando desnudos en el agua. No faltó el que salió primero y se llevó toda la ropa, no faltó el que se hacía el ahogado, ni tampoco faltó el bobo que casi se ahoga.
Hablamos de los asuntos pelotudos muy seriamente, hicimos prendas, y contamos esas cosas que uno nunca sabe en dónde las tenía guardadas, si en las piernas, el culo, o la médula espinal. De repente te caían bien los pibes que invitaste porque tenían un buen equipo de música, o la mina que es novia de uno que ya no ves más, pero que igualmente está todo bien porque tiene casa en Rocha.
Eramos una familia perfecta, como esos amigos que salen por la tele riéndose y abrazando a la alegría. Hubo risas, sí,  y abrazos, y un montón de besos, es más, fuimos mejores que esos amigos publicitarios porque no estábamos buenos, entonces parecíamos reales. Pero todos sabíamos que la hipocresía pintaba esas noches interminables, y nadie dijo nada. Por un segundo nos vi de afuera y ese espectáculo hizo que matara al Gil de mi cabeza. Porque es verdad, probablemente cuando llegara de nuevo a mi casa me arrepentiría de mis confesiones frente a gente que no me quería escuchar, o los saludos se iban a volver fríos y distantes porque, ¿cómo saludas sobria a una mina que le terminaste dando un pico? ¿Cómo saludas sobria a un tipo al que le contaste con tu mejor amiga las cosas irrepetibles que pondrían incómodo a un camionero?
Pero luego me dejó de importar el Gil, porque Lalo se había recibido y yo no recuerdo de verlo en toda la noche.

7 comentarios:

  1. Cuando algo es bueno, ¡es bueno!. Y digo: "bueno" no más, así, escueto y sin gracia, porque otra cosa lo arruinaría.

    Bueno, nos vemos.
    Bueno, que pases bien.
    Bueno, un abrazo.

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  2. Ahhhhhhhh, extrañaba leerte boluda, seas Juana, Valentina, o V, o rulitos al viento. Soy tu fan.

    A mí me pasó algo parecido y seguro empecé a disfrutar más cuando me liberé de todos esos prejuicios que yo temo sostener de manera rotunda... Acaso no es mas divertido? Voy a levantar firmas para derrocar los prejuicios que la gente tiene!

    psss, es una campaña que cada sujeto debe hacer interiormente

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  3. Te debía esta lectura. Más allá del tema -pero sin dejarlo de lado-, me sigue encantando la forma en que narrás las cosas. Tenés esa cosa de hacerlo simple y cercano que siempre me gustó mucho :)
    Beso grande!

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Contame una de esas cosas irrepetibles que pondrían incómodo a un camionero..ja
    - quiero saber ahora - y hablando de cosas, tenes esa ´cosa´ que hace que no pueda parar de leer tus lineas hasta el final devorándome el texto a la minuta.

    Besooo Valeeee!! Cuidatee

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  6. martin y f un solo corazón!
    el pueblo quiere saber...

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